martes, octubre 31, 2006

Santiago, La Chascona, Octubre 2006


Me he asomado dos veces por tu casa y en ambas oportunidades, lo confieso, te he robado una flor, una hoja, alguna semilla roja, y unos coquitos de eucaliptos de tu jardín. Te pido perdón por mi osadía, pero ha podido más esta condición y mucho más, el ánimo de coleccionar que tenemos casi todas las mujeres. Te he visitado no sabes con qué gusto; he recorrido tu casa, tus rincones, he husmeado entre los vestidos y zapatos de Matilde, pero buscaba tal vez otras costas donde llevar la mirada. Esperaba encontrar algo escondido por ti para un paseante como yo. Un pequeño pedazo de papel guardado en alguna saliente u orificio de la madera o tal vez un cuaderno secreto oculto debajo de un escalón. Como un mensaje guardado desde el fondo de las cosas. Precisamente eso que buscaba, no lo encontré, pero encontré otras que me resultaron muy afines. Cosas. Me sonrío de sólo recordarlas.
Yo me despido de ti cada vez, pero tengo la certeza de que algo tuyo siempre se viene conmigo. No me creas. No sé qué digo. Tal vez más tarde me haga un té con ese recuerdo, y vuele, y alucine, y reproduzca alguna palabra o frase que yo me crea que se te olvidó decir.