miércoles, enero 04, 2006

Cero en Conducta.

(Este texto mío apareció hace algún tiempo en una página de poesía.org. clasificado como Poesía Erótica.. Ahora -cuando lo busco- nunca lo encuentro, sólo se menciona el título al lado de otro mucho más famoso, de Isabel Allende... bueno, a ver si por lo menos así se me pega algo, no? )
Cero en Conducta.

Si yo te hubiese permitido que llamaras a urgencias esa primera noche, todo esto que tenemos ahora se habría perdido para siempre. El miocardio hubiese muerto sonriendo por una sola, y única, vez y el resto de mí habría sucumbido ante ese hilo inclemente que significa el morir en tus brazos. Todo lo tuyo me estremece desde entonces. Por eso me he quedado muchas veces mirándote en silencio, detallando la forma alargada de tus manos, y aquel raro movimiento que le imprimes al hablar me recuerdan una caricatura que hacía Neruda de sí mismo, en donde aleteaba y aleteaba como un joven colibrí imitando un ventilador de aspas maravillosas. Todo ese jueguito prefabricado para impresionar a todas las niñas de su cuadra. Yo tendría que esforzarme mucho más para poder impresionarte, porque no sólo no tengo la agilidad de un colibrí sino que tampoco tengo la más remota idea de cómo hacer para que las palabras me suenen como un verso. Sólo sé hablar y hablar y contar cosas. Como aquella noche en que hicimos el amor tan intensamente que cuando acabamos todo la habitación olía a sopa maggi-de-pollo-con-fideos. Y nos comenzamos a reír a carcajadas, porque pensábamos que era nuestro perfume de amor, algo así como un estado crepuscular casi febril que emanaba de nosotros. Este perfume estaba en nuestras manos, el cabello, las sábanas, impregnado en todo lugar... Y no parábamos de reír, y es que todo olía a sopa maggi-de-pollo-con-fideos y se nos abrió el apetito tanto, que al final, tuvimos que salir disparados a cocinar exactamente eso porque nos sobrevino un apetito voraz. Recién allí nos dimos cuenta que habían pasado más de doce horas; que era de día, y que el edificio todo olía a sopa maggi-de-pollo-con-fideos. Y con razón. Era la hora de almuerzo, cuando las parejas se juntan apresuradas a comer algo instantáneo para tener tiempo de darse cariño y salir de nuevo rumbo al trabajo antes de que los relojes marquen -sin piedad- las 2 en punto. Nosotros lo habíamos practicado, muchas veces, pero siempre se nos pasaba la mano; en consecuencia corríamos el riesgo de que nos despidieran por tantas faltas al trabajo, así que tuvimos que imponernos normas de conducta; sin embargo, yo nunca te dije, es más nunca se me ocurrió decirte, que siempre llevé a casa un cero en mi libreta.

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