domingo, agosto 03, 2008

Tratado para Dos



Nada más porque no consigo a plenitud la exacta simetría de estas letras, y aunque de veras hubiese preferido silbarte ahora mismo tierra adentro, silbarte hasta morir, hasta implosionarnos en un nuevo pensamiento (o testamento), en verbo, en persona, en cosa, no pregunto. Llenarte otra vez las sábanas de pájaros, pasearte entre las llamas en desorden, inundarte por último con mi oleaje iracundo hasta hacerte emerger como un Dios, no de nuevo, no pregunto. Y por si esto fuera poco, pueda ser que en esta simple apertura de cuaderno, en un acto silencioso, un acto tan callado como el sudor, se me ocurra algún retazo, un hilo fino para recordarte. Soy todavía como la blanca cadera que golpeabas incesante pasando del rictus amoroso a la sonrisa franca y orgásmica, de la sonrisa al rictus -sin parar-, enlazando follajes como árboles encendidos hasta hacerme brotar en una caligrafía loca sin freno y sin regreso. De pronto una seña, la luz que intermite. Es un hallar profético del cual no me gusta hablar, pero te hallé. Y tú, en un hallar en medio de una duda nocturna, fue que me hallaste. Una frase dicha a esas horas, delicada, intensa, aunque absolutamente kitsch, fue el detonante, porque éramos así, siempre juntos, siempre felices ardiendo en lo ordinario, en la sonoridad de los besos, en la risa altisonante, desmedida, y hasta en lo morado de los hombros que enjugaste. Mas hoy... es no. No ahora, no mañana. Allí donde una mano acumuló tantos reflejos, tanta espera allí me quedé sentada, observando-te, y crecí. Por eso, y por si nunca comprendieras la razón de mis palabras, no de nuevo, no pregunto.

(Escrito bajo el amparo de una máscara – Asdict. 14/06/06 16:31)
http://libroadictos.yuku.com/topic/4908/t/Una-palabra.html

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